Saber mirar a los campesinos cultivando inmensos campos de ñame, de maíz, de mijo, de cacahuetes… te lleva a la admiración por el esfuerzo y las ganas de sacar adelante a todos los miembros del clan, para que se llenen los graneros y nadie pase hambre.
Mirar a los pastores nómadas con inmensos rebaños de vacas o de cabras, itinerantes en busca de pastos, te hace comprender que estás en una tierra que a todos pertenece, que cada ser humano tiene el legítimo derecho de ganarse la vida para él y los suyos.
Mirar los tenderetes en un día de mercado es un festín para la vista: paños, tejidos, productos de belleza, lana, montículos de ñame, de mandioca, todo tipo de productos de la tierra, frutas también como el mango, las bananas, las piñas, tampoco faltan las cacerolas, marmitas, otros utensilios para la cocina, especias, ingredientes para cocinar (sal, picante, guindillas), utensilios para trabajar el campo, incluso instrumentos musicales como el tam tam o las maracas… El mercado es relación, vida que circula, manos que se estrechan, amistades que se consolidan, fiesta que se celebra. Todos venden, todos compran, todos ganan. Nada que ver con nuestros fríos mercados occidentales, que sin escrúpulo buscan el máximo beneficio y carecen de entrañas y corazón.
En África como aquí mirar es importante. Se mira antes de hablar. Se contempla antes de emitir un juicio. Se respeta y se aprende ante la diferencia.
En conclusión, mirar al continente vecino sin prejuicios sería todo un paso para solucionar los conflictos.
Que no se quede nuestra mirada sólo en las imágenes trágicas que aparecen en televisión. África es mucho más, es alegría, danza, arte, canción, belleza, un tambor que no deja de sonar bullicioso en una noche estrellada, África es leyenda y misterio, África -ante todo- es la dignidad incontestable de mucha buena gente que quiere salir adelante. África te enamora, te cambia la mirada y hasta la vida si te descuidas. Reivindiquemos pues otra manera de acercarnos a ella mucho más honesta, más equilibrada, para captar, más allá de sus sombras, el inmenso abanico del color de su riqueza.
Desde Vélez de Benaudalla un saludo siempre fraterno.
Paco Bautista, sma.
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